Vengo de comprar al quiosco. Todo mi cuerpo corcovea
porque el barrio
es una montura indómita. Pasan dos pibes, nos medimos: pecho
en alto,
manos atrás, puño cerrado. Si pasamos, hay respeto.
Llego a casa,
saludo a Mari –de cuya hija siempre estuve enamorado-
y le doy las llaves al
viejo que le dice
Pero estamos a fin de mes, vos no te hagás problema.
Vengo de
ya no sé dónde, conjurando un plan
y su destino. Tengo 36 años y veo a Román
diciendo: He decidido dejar el fútbol.
(silencio)
(silencio)
(silencio)
(si te hubiera cruzado en la esquina, te pego)